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Trastornos de Identidad de Género (página 2)



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El trastorno de identidad de género
no es lo mismo que homosexualidad el género es el conjunto
de prácticas, símbolos, representaciones, normas y
valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la
diferencia sexual anátomo-fisiológica, y que dan
sentido a la satisfacción de los impulsos sexuales, a la
reproducción y en general al relacionamiento entre las
personas. (Rubin, 1996; De Barbieri, 1992). Al mismo tiempo el
sistema de género define atributos, formas de
relación, especialización, valores,
jerarquías, y espacios en que organiza a los individuos
según asignatura de género. (Lagarde,
1994).

Así la identidad es el sistema
unitario de representaciones de sí, elaboradas a lo largo
de la vida de las personas, a través de las cuales se
reconocen a sí mismas y son reconocidas por los
demás como individuos particulares y miembros de
categorías sociales distintivas. (Lagarde, 1992). Por lo
que una de las dimensiones principales de la identidad es el
género.

Junto con la identidad de género, es
necesario distinguir la identidad u orientación sexual,
que se refiere a la preferencia del sexo que debe poseer el/la
compañero/a sexual, lo que da pie a diversas orientaciones
como heterosexual, bisexual, homosexual.

La identidad de género resulta de un
proceso de socialización donde los sujetos no nacen
miembros de una sociedad, sino con una predisposición
hacia la sociabilidad para luego ser miembros. El punto de
partida de este proceso lo constituye la internalización,
a través de la aprehensión e interpretación
de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, en
cuanto es una manifestación de los procesos subjetivos de
otros que se vuelvan subjetivamente significativos. (Berger y
Luckman, 1968).

La identidad de género se adquiere
en este proceso de socialización, la distinción
sexo/género sugiere que existan características,
necesidades y posibilidades dentro del potencial humano que
están conscientes e inconscientemente suprimidas,
reprimidas y canalizadas en el proceso de producir hombres y
mujeres (Kaufman, 1995). Así mismo, dicho proceso es
paulatino y transcurre ligado con el ciclo vital de los
individuos. El aprendizaje de género es muy temprano, lo
vemos ya en la primera infancia. Los infantes van adquiriendo los
estereotipos sociales genéricos conforme van construyendo
su noción de mundo y de sí mismos. Involucra,
además, a la totalidad del medio social en que se
encuentran insertos. El infante aprende el género a
través de imágenes primero, viendo, por ejemplo,
las relaciones de sus padres y sus hermanos y otras personas.
(Raguz, 1995).

Antecedentes

La transexualidad no es un fenómeno
actual, existe desde muy antiguo y en diferentes culturas. El
término transexual empieza a utilizarse en 1940 para
denominar a los individuos que desean vivir de forma permanente
como miembros del sexo opuesto y que quieren someterse a la
cirugía de reasignación de sexo, existiendo pues
una incongruencia entre el sexo con el que nacieron y el sexo al
que se siente pertenecer. El sentimiento de pertenecer a un
determinado sexo biológica y psicológicamente se
llama identidad de sexo o de género.

Harry Benjamin, endocrinólogo
estadounidense, recopila en su libro The

transsexual phenomenon (1966)
observaciones sobre la transexualidad y los resultados de las
intervenciones médicas. En 1973 se propone el
término de síndrome de disforia de género,
que incluye al transexualismo pero también a otros
trastornos de identidad de género. Disforia de
género es el término utilizado para designar a la
insatisfacción resultante del conflicto entre la identidad
de género y el sexo asignado. En 1980 aparece el
transexualismo como diagnóstico en el DSMIII, en una
siguiente revisión de este manual, el DSMIV de 1994, el
término transexualismo es abandonado, y en su lugar se usa
el término trastorno de identidad de género (TIG)
para designar a aquellos sujetos que muestran una fuerte
identificación con el género contrario e
insatisfacción constante con su sexo anatómico. El
ICD10 señala cinco formas diferentes de trastorno de
identidad de género, y el término transexualismo
vuelve a usarse para designar a una de ellas. En 1979 se
constituye la Harry Benjamin International Gender Dysphoria
Association (HBIGDA), aprobando unas Directrices Asistenciales
(DA) que se revisan periódicamente y sirven de guía
asistencial para los trastorno de identidad de género
(Levine et al, 1998).

Sintomatología

Existe una Identificación fuerte y
persistente de cruce de géneros, hay malestar persistente
con su sexo, o sentido de impropiedad de los roles de
género de ese sexo y preocupación por eliminar las
características sexuales primarias y secundarias o la
creencia de que nació con el sexo equivocado.

Es importante aclarar que las sensaciones
no sean causadas por una condición intersexual
física.

Hay angustia clínicamente
significativa, deterioro en el funcionamiento.

Algunas pruebas sugieren que la identidad
de género se confirma entre los 18 meses y los tres
años de edad (Ehrhardt y Meyer-Bahlburg, 1981) y queda
más o menos fija después de esto. Sin embargo
estudios más recientes sugieren que hay factores
biológicos preexistentes que ya han tenido su
repercusión para entonces. Podemos decir con seguridad que
las causas de identidad de género equivocada
todavía son un misterio.

Es comun la precencia de conductas tales
como vestirse como si fueran del sexo opuesto y muestran
hábitos característicos de este

En los niños con trastorno de
identidad de género, comúnmente tienen desagrado
por sus propios genitales, presentan conductas de aislamiento y
suelen ser rechazados por sus compañeros.

Tiene fantasías de que al crecer
cambiaran al sexo opuesto, sufren de depresión y ansiedad.
Dicen que desean pertenecer al sexo opuesto

Tipos

El trastorno de identidad de género
se define como incongruencia entre el fenotipo físico y la
identidad del género, es decir, la identificación
del uno mismo como hombre o mujer. La experiencia de esta
incongruencia se llama disforia de género.

La forma más extrema, en la cual los
individuos necesitan adaptar su fenotipo con hormonas y
cirugía para hacerla congruente con su identidad de
género, se llama Transexualismo. Estos individuos que
experimentan esta condición se denominan como personas
trans, es decir, hombres trans de mujer a hombre y mujeres trans
de hombre a mujer.

Actualmente se diferencian principalmente
dos tipos, el trastorno de identidad de género en
niños y el trastorno de identidad de género en
adultos.

Causas

Las primeras investigaciones sugieren que
como en el caso de la orientación sexual, los niveles
ligeramente elevados de testosterona o de estrógenos en
ciertos períodos críticos del desarrollo
podrían masculinizar un feto femenino o feminizar uno
masculino.

Aún no se ha descrito ninguna
alteración del sexo genético y el cariotipo es el
que corresponde al sexo biológico. Así, el origen
de los TIG ha sido objeto de diversas teorías. Sabemos que
existe un gen responsable de que la gónada indiferenciada
se convierta en un testículo (si está presente) o
en un ovario (si está ausente) (Migeon & Wisniewski,
1998). Se han demostrado diferencias en ciertas estructuras
cerebrales entre personas de diferente orientación
sexual.

El transexualismo se puede considerar como
una condición del desarrollo neuronal del cerebro. Se han
encontrado varios núcleos sexuales dimorfos en el
área hipotalámica del cerebro (Allen y Gorski,
1990; Swaab y otros., 2001). De interés particular
está el núcleo límbico sexual dimorfo
denominado subdivisión central del núcleo de la
cama de la estría terminal (BSTc) que aparece
completamente desarrollado en el cerebro humano en la edad adulta
temprana. Este núcleo también se ha visto que es
encontrado para ser sexual dimorfo en otras especies
mamíferas y aviares (Molinero y Vician, 1989;

Grossmann y Jurkevich, 2002). En los
hombres el volumen de este núcleo es casi dos veces
más grande que en mujeres y el número de neuronas
es casi el doble (Zhou y otros., 1995; Kruijver y otros., 2000;
Chungkin y otros., 2002).

Un estudio reciente en hipotálamo de
seis transexuales de hombre a mujer demostró que el
núcleo basal de la estría terminal (BST) era
significativamente más pequeño que el de hombres
hetero y homosexuales (Zhou et al, 1995). La transexualidad
podría originarse durante la etapa fetal: Una
alteración hace que el cerebro se impregne hormonalmente
con una sexualidad distinta a la genital (Migeon &
Wisniewski, 1998). Así, los TIG podrían
desarrollarse como resultado de una interacción alterada
entre factores genéticos, el desarrollo cerebral y la
acción de las hormonas sexuales. Pero además,
diversas influencias ambientales en periodos críticos del
desarrollo, como el embarazo, la infancia o la pubertad, pueden
influenciar la conducta y la orientación
sexual.

El estudio como el de Kruijver y otros
colaboradores, indica que en el caso de transexualismo este
núcleo tiene una estructura sexo-invertida. Esto significa
que en el caso de las mujeres trans (n=7), una vez estudiados el
tamaño de este núcleo y su número de
neuronas, se encontraban en el mismo rango que en los controles
femeninos (n=13) y, por lo tanto, mujeres en la población
general. En el único cerebro disponible de un hombre trans
el volumen y la estructura de este núcleo se encontraban
en el rango de los controles masculinos (n=21) y, por lo tanto,
los hombres en la población general.

Se presume que el BSTc varón-like
estará presente en hombres trans también. Estos
resultados eran independientes de la orientación sexual y
del uso de hormonas sexuales exógenas. En todos los 42
cerebros humanos recogidos para este estudio, se encontró
que el BSTc tiene una estructura concordante con la
identificación psicológica como varón o
hembra. Se deduce que el BSTc es una pieza importante del
circuito neuronal sexual, y que está implicado en el
desarrollo de la identidad del género

(Kruijver y otros., 2000).

El estrés prenatal, la
relación maternofilial de las primeras etapas de la vida,
influencias familiares o abusos sexuales durante la infancia o la
pubertad, pueden determinar la conducta sexual adulta (Cohen
& Gooren, 1999). Por tanto, bastantes datos apoyan que la
orientación e identidad sexual pueden tener un sustrato
biológico (genético, cerebral, hormonal) sobre el
que inciden determinadas influencias ambientales sociales y
familiares durante los llamados "periodos sensibles" de la vida
para conformar la orientación e identidad sexual
definitiva del adulto.

La diferenciación sexual del cerebro
de los mamíferos comienza durante el desarrollo fetal y
continúa después del nacimiento (Kawata, 1995;
Swaab y otros., 2001). Se presume que en seres humanos, en
común con el resto de los mamíferos estudiados, las
hormonas influencian perceptiblemente este desarrollo dimorfo
aunque, actualmente, el mecanismo exacto no se conoce
completamente. También se postula que estos efectos
hormonales ocurren en varios períodos críticos del
desarrollo de la diferenciación sexual del cerebro durante
el cual la identidad del género se establece, inicialmente
durante el período fetal, alrededor de la época del
nacimiento; y también postnatalmente.

Aquellos factores que pueden contribuir a
un ambiente hormonal alterado en el cerebro en los momentos
críticos de su desarrollo temprano pueden ser influencias
genéticas (Landen, 1999; Coolidge y otros, 2002) y/o
medicación, influencias ambientales (Diamond y otros.,
1996; Whitten y otros., 2002), stress o trauma de la madre
durante el embarazo (Ward y otros., 2002; Swaab y otros.,
2002).

Factores
causales

Dos variables demográficas
familiares que han sido estudiadas en hombres homosexuales y que
han resultado robustas son la ratio de sexo entre los hermanos y
el orden de nacimiento. Tanto los hombres homosexuales con
género disfórico como los chicos con trastorno de
identidad de género tienen un mayor número de
hermanos que de hermanas. Además, en consistencia con los
descubrimientos en hombres homosexuales con género
disfórico o no, los niños con trastorno de
identidad de género tienen un nacimiento más
tardío en el orden familiar.

Basándose en los altos niveles de
psicopatología internalizada observada en niños con
trastorno de identidad de género, algunos estudios han
propuesto la inhibición y la reacción al
estrés como factores constitucionales que hacen a estos
niños más vulnerables.

El sexo engendrado y asignado sigue siendo
la variable más importante a la hora de determinar la
identidad de género de un individuo a pesar de los
descubrimientos anómalos de individuos con déficit
de 5 reductasa que giran su presunta identidad de género
hacia la masculinización de sus hábitos durante la
pubertad. La preferencia paterna por una hija o un hijo puede
afectar la evolución del niño y su
valoración dentro de la familia. Existen pruebas de que el
deseo materno por una hija crece cuando los hermanos mayores son
chicos. Aunque el deseo en sí mismo no es suficiente para
influenciar el desarrollo del trastorno de identidad de
género, la evidencia clínica sugiere que, para
algunas madres de hijos con trastorno de identidad de
género , su incapacidad para elaborar el desacuerdo que
les produce el no tener una hija, deriva en una en dificultades a
la hora de relacionarse con su hijo.

Consecuencias
psicológicas

La sensación de estar en el cuerpo
del sexo o género "equivocado" debe durar al menos dos
años para hacer el diagnóstico. La historia
clínica y una evaluación psiquiátrica pueden
confirmar el deseo constante de la persona de pertenecer al sexo
opuesto. La elección del compañero puede ser del
mismo sexo o del sexo opuesto.

Esta sensación de estar en el cuerpo
equivocado provoca inseguridad y esta a su vez provoca una
disminución considerable en la auto estima, genera
sentimientos de rabia, frustración, fracaso y
desesperanza, así como dificultades en el afrontamiento y
adaptación social.

Dado que algunos padres, desde la infancia
desaprueban cualquier conducta propias del sexo opuesto que
presenta los niños, puede generar en estos sentimientos de
culpa o temor a que se le reproche por estas conductas, en el
caso de los adolescentes, cuando estos deciden comunicarles a sus
familiares sus familiares sus preferencias o deseos de camiar al
sexo opuesto generalmente las reacciones que se presentan son la
de negación, desaprobación o rechazo hacia el hijo
o familiar con trastorno de identidad de genero. En algunos casos
los familiares llegan a confundir el trastorno de identidad de
genero con la homosexualidad, siendo capaces de admitir esto
ultimo pero no el trastorno de identidad de genero mientras que
en otros casos son llevados al medico para recibir tratamientos
hormonales que acentúen las características
fisiológicas del propio sexo biológico o son
llevados al psiquiatra con la intención que le haga
cambiar su convicción. Este rechazo provoca en el
adolescente mayor vulnerabilidad a otros aspectos
emocionales.

Si la persona con trastorno de identidad de
género tiene rasgos de personalidad de timidez o
introversión, pasan antes del cambio periodos de vida
social aislados o con pocos amigos, este aislamiento conduce
eventualmente al malestar y a una disminución considerable
de la autoestima.

El rechazo y la burla de sus pares en la
adolescencia producen frecuentemente repercusiones emocionales
que se suelen apreciar através de conductas negativas
prevaleciendo sentimientos de irritabilidad, malhumor y
hostilidad. En algunos casos este rechazo provocara que la
persona con trastorno de identidad de genero intentaran asumir
los roles propios de su genero biologico resultando estos
infructuosos y temporales.

Tratamiento

La psicoterapia no es un requisito
absolutamente necesario para el proceso terapéutico, y
dependerá de las necesidades individuales,
estableciéndose objetivos y duración. Se debe
tratar al paciente de una forma global, prestando interés
a todos los aspectos, no sólo al problema de identidad de
género. La psicoterapia no intenta curar el TIG sino
ayudar a la persona a sentirse mejor con su identidad y a
enfrentar otros problemas distintos, aclarando y aliviando
conflictos. La psicoterapia está indicada en personas
confusas acerca de su identidad de género, o en las que el
deseo de la cirugía de reasignación es secundario a
otros problemas y candidatos a la cirugía de
reasignación de sexo, para superar la ansiedad sobre su
futuro o para ayudarles a adaptarse a su nueva
situación.

Hay actividades que ayudan al paciente a
encontrarse mejor que pueden ir realizando durante la
psicoterapia, como vestirse con ropa interior discreta del sexo
contrario o unisex, depilación eléctrica de la
barba, vivir periodos o actividades en el sexo opuesto,
etc.

En la actualidad la decisión
más común es la modificación física
de la anatomía para que sea consistente con la identidad
por medio de la cirugía de reasignación de sexo.
Recientemente los tratamientos psicosociales se han probado en
unos cuantos casos para modificar de manera directa la identidad
de género equivocada.

La cirugía y la terapia de reemplazo
hormonal ha sido el tratamiento estándar para muchos
individuos intersexuales (hermafroditas) que nacieron con
características físicas de ambos sexos.
Fausto-Sterling sugirió que hay cinco sexos: hombre;
mujeres; "herms" o hermafroditas o personas que nacieron tanto
con testículos como con ovarios; "merms"
anatómicamente son más hombres que mujeres pero
poseen algunos aspectos de los genitales femeninos; y "ferms"
tienen ovarios pero poseen algún aspecto de los genitales
masculinos. Fausto-Sterling (2000b) y otros han observado que
individuos de este grupo a menudo están insatisfechos con
la cirugía.

Los profesionales en la salud tienen que
examinar la naturaleza precisa de la condición sexual y
considerara la cirugía como ultimo recurso, y solo cuando
están seguros de que la condición particular
condicionara a una identidad de genero psicológica
especifica.

La experiencia de la vida real (EVR) es la
adopción plena del rol del nuevo género en la vida
cotidiana. Las manifestaciones del nuevo género pueden
traer consecuencias personales y sociales inmediatas y profundas,
con implicaciones familiares, vocacionales, interpersonales,
educativas, económicas y jurídicas. Puede ser un
factor de discriminación laboral, de divorcio y de
restricción o pérdida del derecho a visitar a sus
hijos. Aunque puedan diferir mucho a como se las imagine, el
psicoterapeuta debe prever estas consecuencias, que deben ser
enfrentadas para tener éxito en el nuevo rol. Para evaluar
la calidad de la EVR de una persona en el género sentido,
los clínicos deben examinar las siguientes capacidades,
conserva el empleo a tiempo parcial o completo, que sigue
estudiando, si participa en alguna actividad voluntaria de la
comunidad, si lleva a cabo una combinación de los puntos
anteriores, si obtiene un nombre (legal) adecuado a su identidad
de género y si se le proporciona documentación de
personas ajenas al psicoterapeuta que acreditan que el paciente
funciona según el rol del género sentido

La experiencia de la vida real frente al
test de la vida real. La EVR es una fase del proceso
terapéutico y no debe tomarse como un método
diagnóstico; éste ya fue hecho antes, aunque
siempre cabe la posibilidad de modificarse. Es el propio
interesado quien decide cómo y cuando comenzar esta fase
terapéutica. La EVR pone a prueba el nivel de
decisión personal, la capacidad de actuar en el
género sentido y la armonía de los apoyos sociales,
económicos y psicológicos. Ayuda a la toma de
decisiones, si se tiene éxito dará confianza para
emprender nuevos objetivos.

La eliminación del vello facial y
corporal en transexuales de hombre a mujer. El tratamiento
hormonal no erradica por completo el vello facial. Esto se
consigue por la electrólisis, que es un método
seguro, con algunas molestias y rara vez cambios de
pigmentación, cicatrices y foliculitis, y habitualmente
lento que puede ser en promedio de hasta 2 años que
facilita a menudo la EVR, no precisa autorización
médica. La depilación por láser es una
técnica nueva alternativa, pero la experiencia es
aún limitada.

Los TIG en niños y adolescentes son
entidades muy complejas, asociadas con intenso malestar a
insatisfacción. El resultado de estos cuadros es variable
a incierto, pero al final sólo unos pocos serán
transexuales. El psicoterapeuta debe ser experto en
psicopatología del desarrollo de niños y
adolescentes, y reconocer y aceptar el problema de identidad de
género. Problemas emocionales y de comportamiento pueden
relacionarse con conflictos familiares, que deben evaluarse. En
estos casos la fase diagnóstica puede alargarse y el
tratamiento debe orientarse a resolver otros cuadros que puedan
producir malestar. El niño y su familia necesitarán
apoyo para afrontar decisiones sociales difíciles. Por la
gran variabilidad de resultados y la rapidez con que puede
cambiar la identidad de género en adolescentes, se
recomienda retrasar al máximo cualquier
intervención física, que pueden ser
Intervención totalmente reversible como el uso de
análogos de LHRH o de medroxiprogesterona para suprimir la
producción de estrógenos o testosterona y por tanto
frenar los cambios físicos de la pubertad,
intervención parcialmente irreversible como el uso de
hormonas para masculinizar o feminizar. Algunos cambios sufridos
precisarían de tratamiento quirúrgico para ser
revertidos o intervenciones irreversibles como el procedimiento
quirúrgico.

El paso de un escalón a otro se
hará de forma gradual, y sólo cuando la familia y
el paciente hayan tenido tiempo para asimilar los efectos de
estas intervenciones. No se debe empezar el tratamiento con
análogos de LHRH antes del estadio II de Tanner para que
el adolescente experimente el comienzo de la pubertad en su sexo
biológico. Con esta actitud se ganará tiempo para
seguir explorando la identidad de género del sujeto y
otros aspectos del desarrollo en la psicoterapia, y
resultará más fácil luego el paso al sexo
opuesto si todo sigue adelante. Antes de administrar
análogos LHRH debe cumplirse lo siguiente, durante la
infancia el adolescente debe haber demostrado un intenso
patrón de identidad en el sexo opuesto, y una
aversión al rol social esperado para su género, que
al iniciar la pubertad aumenta mucho el malestar con su
género y sexo, y que la familia acepta y participa en la
terapia.

Entonces se podrá pasar al segundo
escalón a partir de los 16 años y con el
consentimiento de los padres. Es un criterio de elegibilidad para
el tratamiento hormonal la estrecha colaboración durante
al menos 6 meses con el psicoterapeuta, quien hará un
seguimiento además durante las fases de experiencia de la
vida real y de tratamiento hormonal. No se deberá realizar
ninguna intervención quirúrgica antes de la edad
adulta (18 años), ni tampoco sin experiencia previa en la
vida real en el rol del género sentido durante al menos
dos años.

Aunque existe una variedad de
aproximaciones terapéuticas, y debido a la rareza relativa
del trastorno de identidad de género, no existen
evaluaciones controladas de las intervenciones que se llevan a
cabo con este tipo de trastorno. Las intervenciones con el
niño y sus padres pueden reducir la identificación
con el género opuesto y, además, se ha demostrado
que cuanto más se involucran las figuras paternas en el
tratamiento mayor es la pérdida de conductas del sexo
opuesto.

Se parte del consenso de una
aproximación ecléctica que combine la
desaprobación de las conductas del género opuesto
junto con la promoción de oportunidades para desarrollar
tanto habilidades del mismo sexo y como amistades. Esto puede
requerir más tiempo con el padre, concretar los
días para jugar con amigos del mismo sexo o favorecer la
participación en grupos estructurados de coetáneos
del mismo sexo. En niños pequeños, el trabajo debe
estar dirigido principalmente a que los padres les ayuden a
entender su sensibilidad para afrontar y comprender el valor como
chico o chica, y hasta qué punto la familia está
reforzando la preocupación del niño sobre su propia
identidad de género. Para algunas familias, es necesario
un trabajo más intensivo al nivel de pareja, el entorno
familiar o individual.

En el caso de niños más
mayores con trastorno de identidad de género, la terapia
individual está indicada para tratar con el uso inflexible
de las conductas y fantasías propias del sexo opuesto, el
evitar o negar el malestar, y la rabia, así como la baja
autoestima que puede reflejar el rechazo familiar o social.
También puede ser útil la intervención en
grupos de padres, ya que parece reducir el estigma y el
aislamiento social que muchos padres sienten.

La investigación sobre el
tratamiento de adolescentes con trastorno de identidad de
género es muy escasa y no se ha encontrado que las
terapias individuales con éstos adolescentes sean
efectivas para modificar de manera significativa sus sentimientos
de cruce de género. Si es cierto que éstos
adolescentes necesitan ayuda relacionada con la depresión,
otros trastornos psiquiátricos y las dificultades
sociales. La mayoría continúan sintiéndose
aislados socialmente a causa de su identificación con el
género opuesto lo que interfiere en su
participación en las actividades socio sexual normal
durante la adolescencia.

 

 

Autor:

Aburto Nájera Laura
Patricia

Liberato Bello Maricruz

Sánchez Herrera Elizabeth

Torres Rodríguez Marco
Antonio

Universidad Chapultepec

Partes: 1, 2
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